martes, 9 de noviembre de 2010

Esquilo, poeta trágico



    Para lograr una aproximación a Esquilo, debemos, en primer lugar, situarnos en el contexto de su obra. Si bien el teatro actual le debe todo al griego, se asemeja poco a él; menos aún al de Esquilo.
Los autores coinciden en que los orígenes del teatro se encuentran en el ditirambo, en los cantos y sacrificios a Dionisos, en las fiestas dionisíacas. Dionisos, dios engendrado por el mismo Zeus, es un dios sufriente e infortunado, pero también alegre y joven. Se gana su lugar en el Olimpo luego de mucho penar. Dios poeta y músico, casi tanto como Apolo, rivales en ocasiones, amigos en otras, dividirá, junto con él, dos líneas de musicalidad en el mundo heleno. Para ser más precisos, marcarán dos líneas constitutivas del ser griego: lo apolíneo y lo dionisíaco, distinción fundamental y primaria para comprender el nacimiento y la esencia de la tragedia.
    Las fiestas dionisíacas eran frecuentes en Atenas. Estas celebraciones de la naturaleza donde se venera a un dios de la vegetación, pueden parecernos a nosotros, ya hastiados de presenciar las alternativas regulares que marchitan y renuevan la Naturaleza, incomprensibles o sinsentido. No alcanzamos a entender las sensaciones de una raza aún nueva que contempla el espectáculo de los fenómenos que acarrea el curso de las estaciones: la plenitud y el ocaso de los días; el esplendor y la decadencia del sol; la agonía y la convalecencia de los vegetales. Esta civilización, contemplativa por naturaleza, no podía soslayar este hecho, y menos aún evitar acercarlo a lo divino mediante la fiesta y la ofrenda sacrificial. Así se honraba al dios que tenía mayor influencia cotidiana.
    No obstante, los antecedentes formales del nacimiento del teatro exceden el objetivo de esta entrega, que se propone destacar la originalidad y particularidad de Esquilo como pensador y poeta. Pocas obras llegaron a nosotros: sólo siete, entre las cuales se cuenta una única y magnífica trilogía, que merece un trato aparte (la Oresteida). Como preámbulo al tema enunciado, dos son los tópicos que necesitamos delinear: en primer lugar, el hombre griego; en segundo lugar, la tragedia como ente vivo.
    Para entender a Esquilo, debemos asomarnos al hombre griego, un hombre glorificante. Ello implica que, al mismo tiempo, es cognoscente, contemplativo (theorético). Ambas líneas se funden entre sí; cuando se separen, marcarán la decadencia del mundo griego.
   La contemplación implica la relación entre dos concretos: el hombre y la realidad circundante. Esta contemplación es trasladada por el hombre griego al mundo divino, al mundo del hombre y de la realidad circundante (cosmos). Así, se comprende con mayor intensidad lo que implica el culto para el griego, la ofrenda, el sacrificio y su importancia en la vida cotidiana.
    La theoría (palabra griega que significa contemplación) entraña, en consecuencia, un constante sistema de vínculos que se realizan entre estos concretos: el hombre y la realidad circundante. Pero el hombre theorético, el griego, no era sólo contemplador, sino también descubridor, porque el vínculo de lo concreto con lo concreto ejercita las cualidades interpretativas del espíritu, que es una lumbre que se proyecta sobre la realidad y la penetra. Será éste hombre griego, entonces, el que asuma la realidad, la incorpore, la entreabra y la explique, aunque más no sea en forma elemental.
    Al ser la contemplación no sólo un acto de posesión inmediata, sino también, y al mismo tiempo, el descubrimiento de la estructura íntima de la realidad, no debe sorprendernos que este hombre se descubra a sí mismo. El hombre es el elemento más sublime de la realidad. Consecuentemente, este carácter theorético y descubridor del hombre griego se traslada a él. Se descubre a sí mismo en un acto de autocontemplación y de autointerpretación que alcanza los estratos más profundos de su realidad. Esto explica por qué el griego descubre la base de lo que serán todas las ciencias, es decir, todo modo de conocimiento de la realidad. Y Esquilo enseñará a qué precio el hombre alcanzará este bien.
    Nuestro poeta es griego. Es un hombre sumamente contemplativo y, por ende, asciende en la línea cognoscente, y por ello es glorificante. Escuchemos ahora a Hesíodo, un momento tan solo, pero que nos acercará a la experiencia, a la comprensión de lo que tratamos.
    Asistamos al momento culminante y al principio de lo que en otro lugar llamáramos sucesión poética, y cómo el hombre debe glorificar lo divino para alzar, precisamente, al hombre.

“Estas (las musas) precisamente en cierta ocasión enseñaron un bello canto a Hesíodo mientras apacentaba sus corderos al pie del divino Helicón. He aquí las palabras que en primer lugar me dijeron las diosas, las Musas olímpicas, hijas de Zeus, portador de la égida: Pastores rústicos, oprobiosos seres, sólo estómagos, sabemos decir muchas mentiras semejantes a verdades, pero sabemos, cuando lo deseamos, cantar verdades. Así dijeron las hijas bien habladas del gran Zeus; me dieron un cetro tras haber cortado un admirable retoño de florido laurel; me infundieron una voz divina, para que celebrara lo venidero y lo pasado, y me incitaron a celebrar el linaje de los felices sempiternos y a cantarles a ellas mismas siempre el comienzo y al final”.-

    He aquí la relación, entre poesía y profecía, a partir de la inspiración. La poesía es canto, es música. El griego es un ser musical y, afirmaríamos, coral. El canto, es decir, la poesía, es la verdadera forma de expresión humana. Y es el poeta quien, una vez inspirado, tiene la misión primordial de celebrar el orden divino y humano.
    La línea glorificante se inicia con Hesíodo, el primer inspirado; es asumida luego en su plano comunitario (coral) con Píndaro, y Esquilo, resumiendo a ambos por medio de la tragedia, incorpora un elemento nuevo: la indagación, contemplación e interpretación del destino del hombre. La interioridad de lo divino alcanzada con Hesíodo como poeta que canta a los dioses, y la interioridad elevada a un estadio superior, la comunidad, con la expresión concreta y viva del canto coral de Píndaro, se resume, y completa, con el elemento trascendente y opaco a la razón y a la inteligencia: el Destino.
    En esto reside la relevancia de Esquilo, quien, en continuidad con sus antecesores en esta línea glorificante, se enfrenta al Destino, pesada cruz de los griegos.
    De este modo, Esquilo se revela como pensador. Es un prefilósofo, ya que no desarrolla un sistema, y porque la poesía precede a la filosofía. No existe filosofía que parta de bases abstractas: allí donde se desarrolla ésta, existió aquélla.
    La tragedia nace como una concepción del destino trágico del hombre. Si bien tiene un destino concreto, existe en él, un elemento irreductible, inexplicable y misterioso. A esto se le da una interpretación que será elaborada y desarrollada por los trágicos, entre ellos, Esquilo. Volveremos luego a esta interpretación, quid de la tragedia esquiliana.

    Indicaremos, antes de proseguir con nuestro poeta-pensador, ciertos rasgos de la tragedia como elemento vivo y expresión cultual del griego, muchas veces soslayado por los autores que, con una mirada superficial, pragmática y a-mistérica, describen formalmente el fenómeno teatral de la tragedia griega. Nosotros pretendemos asomarnos a ella, conscientes de la franja insalvable que el mundo moderno ha construido para separarse definitivamente de esta tradición. Procuraremos alcanzar un destello, del espacio mítico cultual que encarnaba la tragedia griega, más específicamente Esquilo, trágico mayor. (Dejamos para otra oportunidad la relevancia del coro en toda creación esquiliana, en honor a la brevedad).-
    Esquilo posee el mito, el cosmos y el elemento supranatural e inefable del destino del hombre. A Esquilo le preocupa el destino trágico del hombre y busca entender el motivo.
    El misterio del dolor humano como un envío de los dioses atribuló durante siglos al hombre griego. Esquilo, como poeta, toma el mito, pero no se limita a representarlo como una expresión escénica de la saga, sino que en él encuentra la materia para desarrollar una idea que versa sobre el destino del hombre, su porqué. El problema del drama de Esquilo no es el hombre, sino el destino. Así lo entiende W. Jagger, refiriéndose a Esquilo: “La mano del poeta se muestra en la introducción (al mito) de Dios y el Destino”.-
    Para Esquilo, la idea del destino se haya comprendida en la tensión entre su creencia en la inviolable justicia del orden del mundo y la emoción que resulta de la crueldad demoníaca y la perfidia de até, por la cual el hombre se ve conducido a conculcar este orden y al sacrificio necesario para reestablecerlo. De este modo, se inicia una serie inacabable de venganzas reclamadas por las Erinias a causa de la hybris cometida. (En la trilogía a la cual nos referimos precedentemente, se recorre el camino cuya meta será el orden, el fin de las inacabables acciones vengativas y la transformación de las sedientas vengadoras, en Euménides benévolas. Se alcanza al fin una justicia objetiva.)
    En Prometeo encadenado –el Titán que trajo a la oscura humanidad, desplazada a las cavernas, la irradiación de la cultura– el sufrimiento se convierte en el signo característico del género humano. Esta tragedia nos permitirá conocer y comprender la religión trágica de Esquilo y de toda su creación trágica.
    Esquilo revive el sufrimiento de Prometeo, el amigo de la humanidad. Pero no agota el sufrimiento en el individuo, en el dios encadenado, sino que trasciende su propia existencia particular para convertirlo en el sufrimiento de la humanidad toda. Así, Esquilo forja un simbolismo muy fuerte del heroísmo doloroso y militante de toda creación humana como la más alta expresión de la tragedia de su propia naturaleza.
    La osadía espiritual de Prometeo lo lleva, voluntariamente, a transgredir el orden establecido por Zeus, los límites que éste le ha impuesto a la humanidad. La fuerza creadora no conoce límites, y Prometeo avanza. Se distancia de sus hermanos, los titanes, y en su desmedido amor a los hombres, eleva a éstos y los acerca a la lumbre que los transporta de la eterna noche en la que se encontraban a la claridad creadora del día. Esta obra es parte de una trilogía que se ha perdido. No obstante, gracias a los fragmentos que han llegado hasta nosotros sabemos que el tiránico Zeus del Prometeo encadenado muta a un dios justo y comprensivo que se reconcilia con el titán (La liberación de Prometeo).
    Así, el orden olímpico, con Zeus en el trono, ha vencido al antiguo régimen por su ingenio espiritual, por su sabiduría. Zeus ha ordenado la existencia. Pero para alcanzar esa sabiduría, él mismo, el rey del Olimpo, ha debido sufrir. Combatió, arrebató el trono en feroz lucha. “El más alto conocimiento se alcanza mediante el sufrimiento”. Esta es la concepción esquiliana. Y el símbolo se encuentra en la crucifixión de Prometeo y en el dolor de la humanidad toda para alcanzar las artes, dominar las ciencias, es decir, civilizarse.
    Esquilo encuentra el fundamento del sufrimiento, del destino doloroso del hombre: sólo se llega al más alto conocimiento por el camino del dolor. Éste es el fundamento originario de la religión trágica de Esquilo. Sus obras están fundadas en esta unidad espiritual. Podemos señalar la línea ascendente en este camino desde Prometeo, pasando por Los persas –donde Darío proclama este conocimiento– y las plegarias de Las suplicantes, dolorosas y reflexivas, donde las danaides se esfuerzan por comprender los inextricables designios de Zeus; finalmente, en la solemne plegaria del coro de Agamenón, la fe personal del poeta encuentra su más sublime expresión:

“¡Zeus, quienquiera que sea! Si gusta
De ser así llamado,
Así también te invoco.
Nada comparable hallo
Con él por más que peso
Y peso, si quiero realmente expeler toda vana
Inquietud de mi espíritu.

Aquel que potente era antaño
Y florido en su fuerza
Invencible, hoy no es nada;
Y quien lo derribara
Halló el sucesor pronto.
“¡Zeus!”, gritará en son de triunfo el que aspire de veras
A comprenderlo todo.

Él que aportó a los hombres
El saber proclamando
Que sufriendo se aprende.
Destila el corazón insomne
Dolor del viejo mal y viene
La templanza al rebelde,
Favor de los imperiosos dioses
Que al timón van sentados”.

    Con la invocación del primer verso citado, Esquilo se ubica en situación de adoración, la puerta tras la cual se encuentra el eterno misterio del ser. El dios cuya esencia sólo puede ser presentida mediante el sufrimiento que promueve su acción. Un dios por encima de las Moiras, del destino doloroso, que ordena y trae tranquilidad, y otorga sentido a la existencia sufriente del hombre.
    Así, Esquilo alcanza el más alto vuelo poético e intelectual. El mito se transforma en puro símbolo; celebra el triunfo de Zeus sobre el mundo originario de los titanes y su fuerza provocadora que se opone a la hybris. A pesar de todas las violaciones siempre renovadas, el orden vence al caos. Tal es el sentido del dolor, aunque su comprensión no sea total (no olvidemos el misterio, presente siempre en la tragedia esquiliana).

    Esta realidad mística de Esquilo se expresa en el coro. Los corazones piadosos se conmueven con este canto, y alzan sus voces para celebrar al Zeus vencedor. La fuerza del coro en la Idea del poeta es esencial para su tragedia. En todas sus obras es el coro el que proclama esta verdad, el que celebra el orden justo de Zeus y la ley por él impuesta: por el dolor se llega a la sabiduría. He allí al trágico en toda su dimensión. Su concepción de la existencia es trágica; su poesía abarca la existencia. Sus dramas son los dramas de la humanidad toda, en trágico combate por alcanzar la sabiduría, la civilización, la verdad.

    Esquilo es y será el poeta trágico por excelencia, ya que la tragedia se gestó, en su esencia, con él, para siempre.-


Federico A. Mentasti.-

viernes, 16 de abril de 2010

La Ballena, Leviathan, Fastitocalon o: El Monstruo Marino. PRIMERA PARTE.







"Non est super terram potestas quæ comparetur ei". 

"No hay poder sobra la tierra que se le compare"
.Job 41:24. (1)





"O crux benedicta, 
aller holze beszista,
ane dir wart gevangan
der gir Leviathan".

"¡Oh Cruz bendita!,
hecha de la mejor madera,
en ti fue capturado el codicioso Leviatán". (2)





 El Monstruo del Mar no fue una figura ajena para los europeos del medioevo. Tampoco, sin duda, para semitas y aún más, americanos y orientales. Todo símbolo verdadero es universal o no es símbolo. A él nos dedicaremos en los tres próximos artículos que nos corresponden. Éste, el primero, y a modo introductorio, ofreciendo la traducción de "Fastitocalon", del genial J.R.R Tolkien.


 El texto tolkieneano, capítulo XI de "Las Aventuras de Tom Bombadil", introduce el antiquísimo relato anglosajón de "La Ballena", presente en el Libro de Exeter en la Tierra Media; acto subcreador del que Pierce y nuestro amigo Demódoco, en anterior escrito tostadoril, han hablado y que adensa profundamente el kosmos tolkieneano, quizás, más de lo que a simple vista se note.

Los dejamos con Tolkien la pertinente traducción, esperando sus comentarios a los nuestros y fijando ya la obligación de la segunda parte de este "La Ballena, Leviathan, Fastitocalon o: El Monstruo Marino", correspondiente al texto del relato medieval inglés de "The Whale", cutriforme ser que visto por Hobbes es  un hombre grande, una máquina, un dios mortal y un animal". 


El Tostador.-




"Fastitocalon"





The Adventures of Tom Bombadil . J.R.R Tolkien


Look, there is Fastitocalon!
An island good to land upon,
Although 'tis rather bare.
Come, leave the sea! And let us run,
Or dance, or lie down in the sun!
See, gulls are sitting there!
Beware!
Gulls do not sink.
There they may sit, or strut and prink:
Their part it is to tip the wink,
If anyone should dare
Upon that isle to settle,
Or only for a while to get
Relief from sickness or the wet,
Or maybe boil a kettle.
Ah, foolish folk, who land on HIM,
And little fires proceed to trim
And hope perhaps for tea!
It may be that His shell is thick,
He seems to sleep; but He is quick,
And floats now in the sea
With guile;
And when He hears their tapping feet,
Or faintly feels the sudden heat,
With smile
HE dives,
And promptly turning upside-down
He tips them off, and deep they drown,
And lose their silly lives
To their surprise,
Be wise!
There are many monsters in the Sea,
But none so perilous as HE,
Old horny Fastitocalon,
Whose mighty kindred all have gone,
The last of the old Turtle-fish.
So if to save your life you wish
Then I advise:
Pay heed to sailors' ancient lore,
Set foot on no uncharted shore!
Or better still,
Your days at peace on Middle-earth
In mirth
Fulfill!

------------



Traducción Castellana

¡Mira, allí está Fastitocalon!
Una buena isla para desembarcar,
Aunque algo despojada.
¡Vamos, deja el mar y corramos,
O bailemos, o echémonos al sol!
¡Ve!, las gaviotas se posan allí
¡Cuidado
Las gaviotas no se hunden!

Allí quizás se sienten, o se pavoneen y hermoseen:
Su papel es dar aviso,
Si alguien se atreviera
Posarse sobre esa isla,
O solo por un instante conseguir
Alivio para una enfermedad o la humedad,
O tal ver hervir una tetera.

¡Ah, gente tonta, que desembarca sobre él,
y prepara pequeños fuegos
y quizás se esperanza con el te!
Quizás su concha sea gruesa,
Parece dormir; pero es rápido,
Y flota ahora en el mar
Con astucia;
Y cuando oye sus pies que golpean,
O debilmente siente the súbido calor,
Con una sonrisa
Se sumerge,

Y dándose vuelta rápidamente
Los arroja fuera, y se ahogan en lo profundo,
Y pierden sus tontas vidas
Para su sorpresa
¡Se sabio!
Hay muchos monstruos en el Mar,
Pero ninguno tan peligroso como ÉL,
El viejo y córneo Fastitocalon,
Cuya poderosa progrenie ya se ha ido,
El último de los antiguos Peces-Tortuga.
Asi que, si quieres salvar tu vida entonces,
Yo aconsejo:
Presta atención al antiguo saber de los marineros,
¡No pongas pie en orillas inexploradas!
O aún mejor,
¡Tus días en paz sobre la Tierra Media
Cumple con alegría!



Agustín Pedro Coto.-





NOTAS:

     (La numeración se continuará en las próximas dos entregas)

1. Con una ligera variación, propia del hipérbaton del original latino en la portada de : Thomas Hobbes. "Leviathan, or the Matter, Form, and Power of a Common Wealth Ecclesiastical and Civil". 1651.

2. Parte de una canción de los cruzados alemanes. Refiere a la Cruz salvífica de Cristo y no como su patíbulo. En: Carl Schmitt. El Leviathan en la Teoría del Estado de Tomás Hobbes. Editorial Struhart & Cía. Buenos Aires. 1990. Pp 9

jueves, 1 de abril de 2010

Tarantella - Hilaire Belloc




El castellano "La Hostería Volante" de la chestertoniana "Fliying Inn" ha sido fundado 
por Carlos Disandro hace ya más de cincuenta años. Es de su acervo y no del nuestro, pero 
como esa "Posada que Vuela", o el cenáculo oxfordiano del "Águila y el  Niño", 
nuestra Tostadora pretende la comunión amical y de ideas. 
Los dejamos entonces con nuestro amigo feacio y con la voz 
de Belloc, cantando su Tarantella, sin duda alguna, a sus amigos.

El Tostador.-  


   
Tenemos oportunidad de acercarnos a este poema de Hilaire Belloc, de diversas maneras. La imperfecta traducción que traemos, un poco producto de nuestra impericia y otro tanto debido a la ya conocida imposibilidad de traslación total (significancia-símbolo-música) de una lengua a otra, nos coloca en el significado literal del poema. Ello nos ayudará a comprenderlo mejor en su inglés original, al cual apelamos para un disfrute total de la poesía. 

En este caso, Belloc alcanza ciertos grados de musicalidad poética, en todos sus sentidos: la armonía, el ritmo, la cadencia y la rima. Pero para poder apreciar todas estas cualidades en simultáneo, es fundamental también la interpretación del mismo de la única forma que posible es alcanzarlo; queremos decir, el canto. Contamos con la gracia de poder escuchar a su propio autor en una grabación original. Ella nos introduce en las tonalidades musicales adecuadas; es decir, en las cuales él compuso el poema/canto; que es decir lo mismo. 

Dos cuestiones a destacar. La primera, el contexto “histórico” del poema/canto. Éste fue compuesto para una joven que Belloc conociera por el año 1909 en dicha posada, Miranda Mackintosh, con la particularidad que el mismo se compuso veinte años después del momento que describe. De allí, el tiempo pasado que domina el texto, y la melancolía de la letanía final, donde lo que fue se contrasta con lo que es. Donde el ayer, vivaz, lúdico y joven, deja paso al hoy del abandono, de lo perecedero y del Final. 

El canto (o poema, que es decir lo mismo) se refiere a una vieja posada (an Inn-con todo el profundo significado del término ingles de interioridad), ya perdida en el tiempo; dominada por el baile y el canto de pastores y aldeanos. Más precisamente, por el canto de los habituales y el baile de las jóvenes. Por el ajetreo del mundo interior de esa posada, con sus ritmos, sus sonidos, sus rituales. Todo ello no solo es transmitido por nuestro poeta mediante la palabra escrita (o quizás precisamente a partir de ella se logre despegar), sino también por el ritmo con el cual acompaña Belloc la sonoridad de esas palabras escogidas poéticamente (de allí la pérdida que marcamos en la traducción). 

Una antigua posada al pie de los Pirineos, y a orillas del Río Aragón, en suelo español. Allí compartió Belloc aquel tiempo con Miranda. Allí disfrutó del baile y de la compañía atemporal de los arrieros, bajo las negras parras del solar.

El baile, que dijimos domina el canto evocador de Belloc, es el Tarantella (un baile para dos); ninguna relación guarda con la danza italiana, sino que, así es llamado en virtud de creerse provocado por la intoxicación producida por la picadura de una tarántula, que es similar a los efectos que produce el enamorarse. 

La tarántula no se encontraba en aquella posada, pero la pócima, que a la vez acompañe el néctar del amor y suplante el veneno, quizá fuera aquel “vino que sabe a alquitrán”.-   

La segunda cuestión es, algo hemos mencionado, la particularidad y fidelidad con que Belloc nos transmite el ritmo del baile que da nombre al poema. Los giros, las vueltas; el movimiento frenético de la joven, las campanillas; las cuerdas de la guitarra, el acompañamiento de las manos, todo ello está presente en la sonoridad y la cadencia, de la descripción que el poeta logra en forma magistral en su poema/canto. ¡Y contamos con su voz para experimentarlo!
 
Canta Belloc sobre un tiempo mágico y único; un Instante detenido en el tiempo, en el tiempo de su tiempo, de su recuerdo. Y su voz vibra y se alza, quizá sin esperar una respuesta de su interlocutora; tal vez, tan solo, para que al eco de sus sones cobren vida aquellos habitantes imperecederos de la posada y una vez más, antes del ocaso, disfruten del baile, de la música y de la compañía.-  

Federico A. Mentasti.-       

TARANTELLA

By Hilaire Belloc

Do you remember an Inn,
Miranda?
Do you remember an Inn?
And the tedding and the spreading
Of the straw for a bedding,
And the fleas that tease in the High Pyrenees,
And the wine that tasted of tar?
And the cheers and the jeers of the young muleteers
(Under the vine of the dark veranda)?
Do you remember an Inn, Miranda,
Do you remember an Inn?
And the cheers and the jeers of the young muleteers
Who hadn't got a penny,
And who weren't paying any,
And the hammer at the doors and the din?
And the hip! hop! hap!
Of the clap
Of the hands to the twirl and the swirl
Of the girl gone chancing,
Glancing,
Dancing,
Backing and advancing,
Snapping of the clapper to the spin
Out and in--
And the ting, tong, tang of the guitar!
Do you remember an Inn,
Miranda?
Do you remember an Inn?

Never more;
Miranda,
Never more.
Only the high peaks hoar;
And Aragon a torrent at the door.
No sound
but the fall of the tread of the dead
To the ground, to the hole.-
No sound:
But the boom
Of the far waterfall like doom. 



----------------------------




¿Recuerdas una Posada, 
Miranda?,
¿Recuerdas una Posada?
¿Y el henificar y desparramar
De la paja para armar la cama 
Y las pulgas que molestan en los Altos Pirineos?
¿Y el vino que sabe a alquitrán?
¿Y los vítores y abucheos de los jóvenes arrieros
(Bajo la parra de la oscura galería)?
¿Recuerdas una Posada, Miranda,
Recuerdas una Posada?  
¿Y los vítores y abucheos de los jóvenes arrieros
Que no tenían un centavo
Y que no pagaban nada,
Y el golpear a las puertas, y el barullo?
Y el hip, hop, hap
Del acompañar
De las palmas al giro y al compás 
De la joven ya jugando
Mirando,
Bailando,
Retrocediendo y avanzando,
Repique del badajo al giro 
Fuera y dentro-
¡Y el ting, tong, tang de la guitarra!
¿Recuerdas una Posada,
Miranda?
¿Recuerdas una Posada?

Nunca más; 
Miranda,
Nunca más.
Sólo la escarcha de las altas cumbres; 
Y Aragón un torrente a la puerta.
Ningún sonido.
Sino la caída de la huella de los muertos
Al suelo, al agujero. 
Ningún sonido;
Solo el bramido 
De la lejana cascada como El Ocaso.-



Nota del traductor: 


Hemos de destacar que, respecto de las versiones escritas que deambulan por la red o puesta por escrito en algún libro, encontramos, con ésta, cantada por su autor, una diferencia en las estrofas finales. Optamos por seguir a Belloc y transcribimos y traducimos las que se corresponden con su canto. La versión escrita es como sigue, entre paréntesis la diferencia con la traducida aquí: 


Never more;
Miranda,
Never more.
Only the high peaks hoar;
And Aragon a torrent at the door.
No sound
(In the walls of the halls where falls
The tread
Of the feet of the dead to the floor),
No sound:
But the boom
Of the far waterfall like doom. 

(En las paredes de los corredores donde cae
La huella, 
De los pies del muerto hacia el suelo;)

En esas estrofas, escuchamos cantar a Belloc:


but the fall of the tread of the dead
To the ground, to the hole.-

Aquí les dejamos el enlace para experimentar Tarantella de la voz de su autor.-







viernes, 26 de marzo de 2010

Oda a una Urna griega – John Keats

keats
Hace tiempo ya, y durante la noche oscura que silenció nuestra Tostadora, nuestro amigo feacio preparó esta traducción de la maravillosa oda de Keats a una urna. Una urna griega. Ahora, volviendo como hemos vuelto, la publicamos para sus comentarios, opiniones y, si fuera  posible, disfrute.
El Tostador

Ode on a grecian Urn
THOU still unravish'd bride of quietness,
  Thou foster-child of Silence and slow Time,
Sylvan historian, who canst thus express
  A flowery tale more sweetly than our rhyme:
What leaf-fringed legend haunts about thy shape
  Of deities or mortals, or of both,
  In Tempe or the dales of Arcady?
  What men or gods are these? What maidens loth?
What mad pursuit? What struggle to escape?
  What pipes and timbrels? What wild ecstasy?
Heard melodies are sweet, but those unheard
  Are sweeter; therefore, ye soft pipes, play on;
Not to the sensual ear, but, more endear'd,
  Pipe to the spirit ditties of no tone:
Fair youth, beneath the trees, thou canst not leave
  Thy song, nor ever can those trees be bare;
  Bold Lover, never, never canst thou kiss,
Though winning near the goal—yet, do not grieve;
  She cannot fade, though thou hast not thy bliss,
  For ever wilt thou love, and she be fair!
Ah, happy, happy boughs! that cannot shed
  Your leaves, nor ever bid the Spring adieu;
And, happy melodist, unwearièd,
  For ever piping songs for ever new;
More happy love! more happy, happy love!
  For ever warm and still to be enjoy'd,
  For ever panting, and for ever young;
All breathing human passion far above,
  That leaves a heart high-sorrowful and cloy'd,
  A burning forehead, and a parching tongue.
Who are these coming to the sacrifice?
  To what green altar, O mysterious priest,
Lead'st thou that heifer lowing at the skies,
  And all her silken flanks with garlands drest?
What little town by river or sea-shore,
  Or mountain-built with peaceful citadel,
  Is emptied of its folk, this pious morn?
And, little town, thy streets for evermore
  Will silent be; and not a soul, to tell
  Why thou art desolate, can e'er return.
O Attic shape! fair attitude! with brede
  Of marble men and maidens overwrought,
With forest branches and the trodden weed;
  Thou, silent form! dost tease us out of thought
As doth eternity: Cold Pastoral!
  When old age shall this generation waste,
  Thou shalt remain, in midst of other woe
  Than ours, a friend to man, to whom thou say'st,
'Beauty is truth, truth beauty,—that is all
  Ye know on earth, and all ye need to know.'

-----------------------------------------------------


Oda a una Urna Griega
I.
Tu, inviolada novia de la quietud,
Tu, adoptiva hija del silencio y tardo tiempo
Historiadora silvana, que puedes así expresar
Más dulcemente que nuestra rima, un florido cuento:
¿Que leyenda en foliado adorno ronda alrededor de tu silueta?
¿De deidades o mortales, o de ambos?
¿En Tempe o de Arcadia los Valles?
¿Qué hombres son estos? ¿Cuales las reticentes doncellas?
¿Qué alocada persecución? ¿De qué lucha escapar?
¿Qué flautas y tamboriles? ¿Cuál éxtasis salvaje?
II.
Las melodías oídas son dulces, pero aquéllas no oídas
Más dulces aún; de allí, ustedes suaves flautas, sonad;
No al oído sensual, sino, mas encarecidamente,
Soplad al espíritu sones sin tono:
Bello doncel, bajo los árboles, tu no puedes abandonar
Tu canto, ni nunca esos árboles podrán desnudos estar;
Osado amante, nunca, nunca, aunque próximo a la meta,
Podrás tu besar - aún así, no te apenes;
No puede ella desvanecerse, aunque tu dicha no alcances,
¡Por siempre tú amarás y ella hermosa será!
III.
Ah, afortunadas, afortunadas ramas! Que no pueden desprender
Sus hojas, ni nunca el adiós dar a la Primavera;
Y, alegre músico, incansable,
Por siempre tocando canciones por siempre nuevas;
¡Más feliz amor! ¡Más feliz, feliz amor!
Por siempre cálido y aún por ser disfrutado,
Por siempre anhelante, y por siempre joven;
Toda respirable pasión humana, que deja
Un corazón intensamente ahíto y apenado
Una frente ardiente, y una lengua agostada, lejos, en lo alto.
IV.
¿Quienes son estos camino al sacrifico?
¿A que verde altar, oh misterioso sacerdote,
Conduces tú aquella novilla mugiente al cielo,
Y toda su sedosa ijada de flores engalanada?
¿Cual pequeño pueblo en la rivera o costa marina,
O construida en lo alto con su pacífica ciudadela
Vacía se encuentra de esta gente esta piadosa alborada?
Y, pequeño pueblo, tus calles por siempre jamás
Silenciosas estarán; y ni tan solo un alma para contar,
Porque estas desolada, jamás retornará.
V.
¡Oh silueta Ática! ¡Bella semblanza! con adorno
De marmóreos hombres y doncellas recargada,
Con forestales retoños y la hierba hollada;
Tú, silenciosa forma, nos alienas de todo pensar
Así como la eternidad: ¡fría pastoral!
Cuando la vejez ésta generación consuma,
Tú permanecerás, en medio de otra congoja
Que la nuestra, una amiga del hombre, a quien tu dices,
“La belleza es la verdad, la verdad es belleza”- eso es todo
Lo que sabes en la vida, y todo lo que necesitas saber.

Traducción Federico A. Mentasti.-

martes, 23 de marzo de 2010

Los monstruos y el héroe, o cómo Yvain llegó a ser el Caballero del León.





Diferentes representantes de lo monstruoso aparecen en Yvain, de Chrétien de Troyes. La mayoría son monstruos de gran fealdad física y moral, que se dedican a propagar el mal por la tierra sin justificación aparente. Son los representantes encarnados del mal, lo demoníaco, y sus actos gozan de la gratuidad que les confiere tal epíteto. No necesitan dar explicaciones para someter a sus víctimas, actúan a capricho, como si su único fin fuese hacer daño. Así, se aprovechan de personas débiles, que aceptan el hecho con lamento y resignación y buscan aplacarlos con dádivas y diferentes ofrendas.

   Ante esta situación aparece el héroe incompleto, el protohéroe, Yvain, que se enfrenta a los monstruos y los vence en las diferentes etapas de gestación del Caballero del León.

   El primer monstruo que aparece, sin embargo y paradójicamente, parece cumplir con una vocación distinta a la de los que vendrán luego. El villano aparece por primera vez en el relato de Calogrenante. Es un ser horrible, antropomórfico, que dice ser un hombre y al que se compara con otra representación de lo maligno: el moro. Se presenta como guardián de los animales del bosque y es el que revela a Calogrenante la existencia de la fuente. Actúa, entonces, no como enemigo del hombre sino como aliado. Es el stalker que conduce al héroe hacia su iniciación; y es también el introductor de lo asombroso en el relato (recordemos los atributos mágicos de la fuente) y de la primera aventura en él.

   La segunda aparición del villano, su encuentro con Yvain, se menciona casi de pasada, en un párrafo breve y sin detalles. Esto se debe a que el villano ha cumplido antes con su función, develando el secreto de la fuente. Una vez develado el secreto, el villano no tiene más que hacer en relato. Refuerza esta idea el hecho de que en todas las siguientes escenas relacionadas con la fuente (la llegada del rey Arturo hasta ella, por ejemplo) el villano ni siquiera es mencionado.

   Un segundo monstruo está relacionado con el hallazgo del león por parte de Yvain. La serpiente que ataca al león es más bien un dragón. Lanza fuego por la boca cual dragón (y, además, si se observan las miniaturas del manuscrito del poema, puede verse claramente que está dibujada como un dragón). El dragón representa al mal, pero aquí el simbolismo es más específico: la serpiente es símbolo del Demonio mismo (pensemos en la serpiente del Génesis o en las numerosas imágenes de la Virgen María pisando la cabeza de una serpiente); y el león, en el Medioevo, es símbolo de Cristo. 

   Tendríamos entonces representado un enfrentamiento entre el bien y el mal, ante el cual Yvain tiene un momentáneo dilema, que se resuelve a favor del bien, es decir, del león. A partir de este episodio el león no se apartará del lado de Yvain y éste comenzará a convertirse en el Caballero del León.

   Más adelante, como digno representante del mal, el gigante Harpín de la Montaña actúa con gratuidad, llevando sin motivo el mal y la desgracia a un señor. Él mismo explica que su objetivo es deshonrar a la hija de este señor al que ataca, pero aclara que no tiene interés en ella y que pretende dejarla en manos de sus criados para que la vejen y la maltraten. Su avance a través de las tierras del señor deja un reguero de pánico entre los habitantes y un tendal de casas incendiadas que no tiene jusificativo aparente.

   El gigante tiene un secuaz, un enano que, al caer vencido su amo en manos del Caballero del León, se convertirá en la prueba viviente de la primera hazaña del caballero. Al quedar en manos de los hijos del señor del castillo, se deduce que será presentado ante Gauvain respaldando el relato de la derrota del gigante.

   En este episodio, Yvain utiliza por primera vez el nombre de “Caballero del León”. Podemos decir que aquí nace el Caballero del León.

   Luego, en la aventura del Castillo de la Pésima Ventura aparecen dos monstruos: los hijos del diablo. Pero toda la aventura posee un halo monstruoso. El primer parlamento del portero del castillo es el siguiente:

“-¡Venid, aprisa, venid! Ya habéis llegado a donde se os retendrá sin remedio, a donde seréis malvenido!”

   Es comparable con el cartel ubicado en la puerta del Infierno dantesco:

“Perded toda esperanza al traspasarme.”

   Podría decirse que aquí el Caballero del León penetra en el Infierno: la catábasis es una importante instancia de purificación en el itinerario del héroe.

   Además del trasfondo social presente en esta aventura, podemos ver la última etapa de la conformación del héroe. Dos particularidades podemos señalar sobre el combate con los hijos del diablo: primero, en este combate el león interviene activamente a favor de Yvain y en forma decisiva para la lucha, pues éste se hallaba al borde de la derrota y la muerte. Aquí el león pasa a formar parte de las fuerzas inherentes al Caballero del León. Caballero y león son uno. Yvain es ahora el Caballero del León; ahora podrá recuperar a su dama.

   La segunda particularidad es que Yvain no mata al monstruo sino que lo somete, lo obliga a rendirse. La existencia de este monstruo no constituye ya una amenza para Yvain y puede dejarlo vivo; ahora él es superior a todo mal.

   Recapitulando, las diferentes intervenciones de lo monstruoso en el Yvain de Chrétien de Troyes marcan diferentes etapas y pruebas en el camino que lleva a Yvain a convertirse en el Caballero del León. Dicho de otro modo, para Chrétien de Troyes el héroe se forja en el contacto con y en el combate contra lo maligno.

   El villano es el introductor de la primera aventura de Yvain: la que lo llevará hasta su dama y a su consiguiente pérdida.

   Una segunda aparición de lo monstruoso, si bien velada, corresponde a la caída en desgracia de Yvain. Cuando enloquece, Yvain se va al bosque y actúa como un poseso, como un monstruo: ataca sin motivo a un mozo y no se acuerda de sus actos pasados, como si debiese hacer el mal, como si fuese un instrumento del mal. El ermitaño lo ve y se asusta porque se da cuenta de que está loco, endemoniado. Pero, a diferencia de los monstruos, Yvain puede redimirse y recibe un trato diferente al que se le da a los primeros: el ermitaño lo alimenta, las damas lo curan y lo cuidan. Así supera esta etapa.

   Luego Yvain se topa con el león y la serpiente, el bien y el mal. Y escoge el bien. Tras matar al gigante Harpín de la Montaña nace el Caballero del León y sus hazañas comienzan a ser conocidas por la gente.

   Finalmente, el Caballero del León vence al mal, o lo supera, en el Castillo de la Pésima Ventura y se vuelve uno con su león. Está listo, moral, espiritual y socialmente, para recuperar a su dama.

Tomás V. Richards

 
Creative Commons License
La Tostadora Moderna by La Tostadora Moderna, Revista Digital de Humanidades is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 Argentina License.
Based on a work at www.tostadoramoderna.blogspot.com.