miércoles, 7 de junio de 2006

Parmenides

Nuestro tema del día de hoy es el poema filosófico de Parménides. Hacer una biografía del magno poeta y filósofo griego presocrático sería no solo innecesario pues para eso podemos leer muchisima bibliografía (recomendaríamos "La Teología de los Primeros Filósofos Griegos - W. Jaeger" y el estudio publicado en la edición del poema de editorial Gredos) y ademas nos ocuparía espacio y tiempo que preferimos dedicar a ciertas consideraciones.


Primeramente deberíamos plantear la curiosa paradoja de que siendo nuestro autor el más complejo, o quizas el que más problemas presenta a loos traductores que pretender ser honestos en su obra. El motivo creemos, y coincidiendo con el Dr. Disandro mas no con nuestro previamente citado autor alemán, se debe a la gran presencia de imagenes. Esto plantearía otra paradoja si abrazamos una concepción de tipo racionalista, pues quien nos devela el más abstracto de los conceptos, EL SER, mantiene el lazo con sus compatriotas en esa realidad de que el hombre griego verdaderamente nunca es abstracto.


Y aquí está el tema principal de lo que pretendemos exponer.  La común unión de Parménides, que innaugura la filosofía, el hombre cognoscente, con la otra línea llamada tantas veces por Disandro como glorificante. Poética.


Sin querer avanzar demasiado pues no es nuestro interés, podríamos decir que suponiendo que Platón (del cual somos amigos) no equivocaba al definir que es pues un filósofo, podemos avanzar hacia un campo argumentativo contrario al pensamiento imperante, al menos en la enorme cantidad de bibliografía al respecto, pues el verdadero filósofo (honor que Parménides desde luego goza) es quien "ama verdaderamente la verdad" (República. Libro V, 475b). Sobre esa Verdad y sobre la contemplación de la misma (quaestio primordial de esa "diferencia" con la concepción que impera) debemos hacer una aclaración. Haciendo uso de otro poeta griego, Hesíodo.


En su Teogonía describe, al comienzo, el origen de los dioses. Tema que merecerá algún escrito posterior.


 Luego de una serie de derrocamientos (de padres e hijos, tema que merecería otro escrito) Zeus impone el orden contrayendo matrimonio con la diosa Metis y con Themis, Sabiduría y Justicia. Obtendiendo así un elemento que sus anteriores (Urano y Cronos) no habían poseido. Mas no está completo el orden cósmico si no se canta, glorifica esa totalidad lograda por Zeus, el cosmos. Crea entonces las Musas que entonan presididas por las más grandes y noble de ellas, quien contiene los nombres de las restantes, Calíope. Completando entonces esa realidad ahora glorificada.  El rústico pastor al pié del Divino Monte Helicón la contempla,  tornándose en poeta.


Definiendo entonces con el célebre discípulo de Sócrates que es la filosofía (el amor a la contemplación de la verdad), podríamos decir que la misma es hija de la poesía, pues, sin ese canto glorificante, de alabanza, que es inspiración y modelo para el canto de los hombres no hay cósmos completo. Decimos también que esa contemplación platónica necesita del equilibrio generado por el canto de la Musa. Parménides lo ha entendido y por eso nos ha dejado este poema.


Nuestros autores no han escapado de la Verdad. Pues, como nos dice Heráclito "¿Como se ocultaría alguien a [ese fuego] que nunca se oculta?. (Clemente. Paedagogus, II, 99, 5).


Los dejamos entonces con Parménides, disculpandonos por lo dificil de nuestra prosa que prometemos corregir en el futuro.


Vale.


                        El Tostador      




                    

POEMA DEL SER - PARMÉNIDES 


Proemio
Fragmento 1
Las yeguas que me arrastran me han llevado tan lejos cuanto mi ánimo podría desear, cuando, en su conducción, me llevaron al famoso camino de la diosa, que conduce al hombre vidente a través de todas las ciudades.
Por este camino era yo conducido. Pues por él me llevaban las hábiles yeguas, tirando del carro, mientras unas doncellas mostraban el camino.
Y el eje ardiendo de los cubos de las ruedas rechinaba (pues era velozmente llevado por dos ruedas bien torneadas, una a cada lado), cuando las hijas del Sol, abandonando la morada de la Noche, se apresuraron a llevarme a la luz, quitándose los velos de sus cabezas con sus manos.
Allí están las puertas de los caminos de la Noche y del Día, que sostienen arriba un dintel y abajo un umbral de piedra. Elevadas en el aire se cierran con grandes puertas. La Justicia pródiga en castigos guarda sus dobles cerrojos.
Rogándole las doncellas con suaves palabras, hábilmente las convencen de que les desate pronto de las puertas el fiador del cerrojo. Éstas al abrirse originaron una inmensa abertura, tras hacer girar alternativamente sobre sus goznes los ejes de bronce, provistos de remaches y clavos.
A su través, en derechura, las doncellas conducen el carro y las yeguas por un ancho camino. Y la diosa me recibió benévola, cogió mi mano derecha con la suya y me habló diciéndome:
«Oh joven, compañero de inmortales aurigas, que llegas a nuestra morada con las yeguas que te arrastran, salud, pues no es mal hado el que te impulsó a seguir este camino que está fuera del trillado sendero de los hombres, sino el derecho y la justicia. Es preciso que aprendas todo, tanto el imperturbable corazón de la Verdad bien redonda como las opiniones de los mortales, en las que no hay verdadera ciencia. Aprenderás, empero, también estas cosas, cómo las apariencias, pasando todas a través de todo, deben lograr la apariencia de ser.»

 


La vía de la Verdad
 

Fragmentos 2-3
Pues bien, te contaré (y tú, tras oír mi relato, trasládalo) las únicas vías de investigación pensables. La primera, que es y no es no-ser, es el camino de la persuasión (pues acompaña a la Verdad); la otra, que no es y es necesariamente no-ser, ésta, te lo aseguro, es una vía totalmente impracticable. Pues no podrías conocer lo no-ente (es imposible) ni expresarlo; pues lo mismo es el pensar y el ser.


 


Fragmento 4
Mira firmemente a las cosas que, aunque lejos, están, sin embargo, presentes a tu mente; pues éste no separará lo ente de estar unido a lo ente ni dispersándolo totalmente por todas partes según el orden del mundo, ni reuniéndolo.

 


Fragmento 6
Lo que puede decirse y pensarse debe ser. Esto es lo que te mando que consideres. Te aparto, pues, de esta primera vía de investigación y después de aquella por la que los hombres ignorantes vagan bicéfalos; pues la impotencia guía en su pecho el pensamiento vacilante; son arrastrados, sordos y ciegos a la vez, estupefactos, gentes sin juicio, para quienes el ser y el no-ser son considerados lo mismo y no lo mismo y para quienes el camino de todas las cosas es regresivo. 

 


Fragmento 7
Pues nunca se probará qué sean los no-entes; pero tú aparta tu pensamiento de esta vía de investigación, no dejes que la costumbre te obligue a dirigir por este camino tu mirada sin rumbo, tu oído resonante, o tu lengua, sino que juzga con la razón la prueba muy discutida propuesta por mí.

 


Fragmento 8
Un solo discurso como vía queda: es; en éste hay muchos signos de que lo ente es ingénito e imperecedero, pues es completo, inmóvil y sin fin. No fue en el pasado, ni lo será, pues es ahora todo a la vez, uno, continuo. Pues, ¿qué nacimiento le buscarías? ¿Cómo, de dónde habría nacido?
Ni voy a permitir que digas o pienses «de lo no-ente»; pues no es decible ni pensable que no es. Pues, ¿qué necesidad le habría impulsado a nacer después más bien que antes, si procediera de la nada? De modo que es necesario que sea absolutamente o no.
Ni la fuerza de la verdad permitirá que de lo no-ente nazca algo a su lado; por eso la Justicia no permite ni que se engendre ni que perezca, aflojando sus cadenas, sino que las mantiene firmes; la decisión sobre estas cosas se basa en esto: es o no es.
Pero se ha decidido, como es necesario, abandonar a (una vía) como impensable y sin nombre (pues no es la vía de la verdad) y que la otra es real y verdadera. ¿Cómo podría lo ente después de eso perecer? ¿Cómo podría nacer? Pues si nació, no es, ni ha de ser alguna vez. Por tanto, queda extinguido el nacimiento e ignorada la destrucción.
Ni está dividido, pues es todo igual; ni hay más aquí, esto impediría que fuese continuo, ni menos allí, sino que está todo lleno de ente. Por tanto, es todo continuo, pues lo ente toca a lo ente.
Por otra parte, inmóvil en los límites de poderosas cadenas, está sin comienzo ni fin, puesto que el nacimiento y la destrucción han sido apartados muy lejos, ya que la verdadera creencia los rechazó. Permaneciendo lo mismo en el mismo lugar, yace por sí mismo y así se queda firme donde está; pues la firme necesidad lo tiene dentro de las cadenas del límite que por ambas partes lo aprisiona, porque no es lícito que lo ente sea ilimitado; pues no es indigente de nada, y si lo fuera, carecería de todo.
Lo que puede pensarse es sólo el pensamiento de que es. Pues no hallarás el pensar sin lo ente, en cuya relación es expresado; pues el Hado lo ha encadenado para que sea entero e inmóvil. Por tanto, todas las cosas son meros nombres que los mortales pusieron convencidos de que son verdaderos, nacer y morir, ser y no-ser, cambio de lugar y variación del color resplandeciente.
Pero puesto que su límite es el último, es completo por doquier, semejante a la masa de una esfera bien redonda, igual en fuerza a partir del centro por todas partes; pues ni mayor ni menor es necesario que sea aquí o allí. Puesto que tampoco es lo no-ente, que le podría impedir alcanzar lo homogéneo, ni es posible que lo ente sea aquí más y allí menos que lo que es, pues es todo inviolable; puesto que, siendo igual a sí mismo por todas partes, está uniformemente dentro de sus límites.  


Traducción tomada de Jesús García Fernandez de "Los Filósofos Presocráticos" Kirk Raven. Editorial Gredos.



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