Como hemos hablado y leido a Marechal, que fue un poeta y un argentino, seguiremos en esta oportunidad comentando sobre quienes cantaron a su Patria.
Hoy nos toca Rubén Darío. Rescatamos este texto del nicaragüense pues refiere a quienes nos referimos y seguiremos refiriéndonos, el poeta. Darío quizás encarnó lo que el Dr. Disandro pretendía para la refundación de la América Románica, la vuelta a la pshysis, a la natura como la llaman los latinos, pues quien toma contacto con lo más llano y claro de su realidad puede avanzar raudamente hacia el canto cívico. Desde allí , y a partir de allí debemos comenzar nuestro ascenso.
Pues la clave de la refundación política y la trasfiguración de nuestra tierra es la reconexión con el Reino de la Musa, para que como americanos no sucumbamos ante la terrible sentencia proferida en el divino Helicón por las Veraces Hijas de Zeus, "¡Oh rústicos pastores, hombres sin dignidad alguna, que no sois más que vientres!" (Hesíodo, Teogonía, 25).
Escuchemos a Darío.
Vale.
EL Tostador
Nada más triste que un titán que llora, Hombre-montaña encadenado a un lirio, Que gime fuerte, que pujante implora: Víctima propia en su fatal martirio.
Hércules loco que a los pies de Onfalia La clava deja y el luchar rehusa, Héroe que calza femenil sandalia, Vate que olvida a la vibrante musa.
¡Quién desquijara los robustos leones, Hilando esclavo con la débil rueca; Sin labor, sin empuje, sin acciones; Puños de fierro y áspera muñeca!
No es tal poeta para hollar alfombras Por donde triunfan femeniles danzas: Que vibre rayos para herir las sombras, Que escriba versos que parezcan lanzas.
Relampagueando la soberbia estrofa, Su surco deje de esplendente lumbre, Y el pantano de escándalo y de mofa Que no lo vea el águila en su cumbre.
Bravo soldado con su casco de oro Lance el dardo que quema y que desgarra, Que embiste rudo como embiste el toro, Que clave firme, como el león, la garra.
Cante valiente y al cantar trabaje; Que ofrezca robles si se juzga monte; Que su idea, en el mal rompa y desgaje Como en la selva virgen el bisonte.
Que lo que diga la inspirada boca Suene en el pueblo con palabra extraña; Ruido de oleaje al azotar la roca, Voz de caverna y soplo de montaña.
Deje Sansón de Dalila el regazo: Dalila engaña y corta los cabellos. No pierda el fuerte el rayo de su brazo Por ser esclavo de unos ojos bellos.
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