martes, 13 de mayo de 2008

La muerte y el destino en Beowulf





La muerte es un elemento prácticamente omnipresente en Beowulf, casi no hay página en que no se la mencione. De tanto "material" pueden extraerse las ideas o concepciones que el poema sostiene acerca de la muerte.


   Para comenzar digamos que no hay en Beowulf un único tipo de muerte; la muerte está relacionada con el personaje que la enfrenta y, en general, es algo que se merece: el modo de morir corresponde con el tipo de vida que uno ha llevado. Así, no es igual la muerte de un héroe que la de un monstruo o que la de una persona común.


   Para el pueblo, para la gente común (a la que no se le da nombre ni se la dota de individualidad) la muerte es una amenaza, generalmente causada por un monstruo que ataca, con o sin motivo, a la comunidad. No hay en este tipo de muerte una idea de realización de un destino sino más bien la idea de un destino truncado, que se vería realizado con una apacible muerte acaecida en la vejez. Es decir que aquí la muerte es una calamidad, un problema que el rey debe resolver con ayuda del héroe.


   Al comienzo del poema observamos como Beowulf llega hasta el Hérot en ayuda del rey Hrodgar, quien soporta desde hace años los ataques de Gréndel, un monstruo furioso que gusta de matar a sus súbditos. Luego, la madre de Gréndel mata a otro hombre y Beowulf va en su búsqueda. Al final del poema, Beowulf, héroe y rey, va en busca del dragón para defender a su pueblo.


   Vemos, entonces, cómo la muerte infligida a los pueblos actúa como introductora de las tres aventuras del héroe. Ellas son la justificación del accionar de Beowulf.


   Quienes también sufren la muerte son los enemigos del héroe y siempre de manos de él. Su muerte representa un bien para la comunidad y se presenta como algo que tiene que ver con el cumplimiento de un destino porque, si bien el héroe se carga de gloria al darle muerte a su enemigo, hay algo en el hecho que lo trasciende. Es como si la muerte del enemigo fuese un castigo de Dios por su mal accionar. Luego del combate con Gréndel, Beowulf dice:





                                          Así ha de aguardar

el sangriento enemigo   la dura sentencia

que el Dios luminoso    le quiera imponer.




   Es curioso notar que la muerte de los tres enemigos de Beowulf se produce en espacios que están vedados a la vista de la mayoría de los seres humanos. Ningún enemigo muere frente a la comunidad: Gréndel huye y muere en su ciénaga y es allí donde Beowulf mata a su madre, y el dragón muere dentro de la cueva. Allí a donde pertenece el enemigo es donde debe dársele muerte. Esto, quizá, entrañe un mérito mayor para el héroe que si lo matase en un terreno más favorable a él. La muerte de la madre de Gréndel es, sin duda, más gloriosa para Beowulf que la del mismo Gréndel porque es más peligroso llevarla a cabo.


   Por último, está la muerte del héroe. Esta está relacionada con el cumplimiento de un destino y la obtención de la gloria.


   Éste destino es siempre previamente aceptado por el héroe, generalmente mediante un parlamento dirigido a otros. Antes de combatir a Gréndel, Beowulf dice a la reina Welto:




Decidí firmemente    al hacerme a la mar,

cuando al barco viajero   subí con mis hombres,

o bien terminar   con el mal de tu pueblo

o bien perecer    y en las garras feroces

quedarme sin vida.   ¡Yo sabré realizar

una hazaña gloriosa   y, si es de otro modo,

en la rica morada    la muerte hallaré!




   Ésta relación con la muerte concuerda con el ideal heroico de la épica medieval, explicado por Cecil Bowra en El héroe:


Cuando cae de este modo, su vida se vuelve completa y acabada, como difícilmente podría suceder si alcanzara una serena ancianidad.


   Lo notable de Beowulf es que alcanza una serena ancianidad. La última parte del poema lo presenta como un rey viejo. Su llegada al trono también se produce gracias a una muerte: la del rey; de modo que aquí la muerte actúa como disparadora del desenlace del relato.


   Pero Beowulf, a pesar de ser rey y anciano, sigue adscrito al ideal heroico. En cuanto el problema del dragón toca a sus puertas, Beowulf se pregunta "si no habría violado las leyes eternas, así enfureciendo al Señor Poderoso" y decide dar cumplimiento a su destino de héroe. Beowulf sabe que la del dragón será su última aventura y, por su orgullo de héroe, comete lo que Bowra llama error trágico al no querer enfrentar al dragón con muchos hombres. Este concepto de error trágico hace referencia a una decisión que el héroe debe tomar en un momento determinado de su itinerario entre diversas acciones posibles que conllevarán su ruina.



"El error trágico parece ser inherente al temperamento heroico y genera algunos de sus más conmovedores y espléndidos momentos."



   Allá va, entonces, Beowulf, casi solo, al encuentro del dragón y de la muerte, que se tiñe de gloria y triunfo porque el dragón también cae muerto.


   El narrador del poema parece adherir también a este ideal heroico cuando nos dice:




                                       ¡Es así como actúa

aquel que en la lucha    se quiere ganar

duradero renombre:     desprecia su vida!




   Pero junto con Beowulf, muere su reino. Beowulf recibe la muerte del héroe pero su papel de rey queda trunco: no ha dejado descendencia y su reino caerá en manos ajenas. La guerra entre gautas y suecos señala la decadencia de la comunidad y, por ende, su muerte.


   Beowulf recibe los funerales dignos de un hombre de su talla. Así concluye el poema. Es el fin de un ciclo: en el comienzo se narran las peripecias de otro funeral, el de Skyld, fundador de la dinastía skyldinga que muere con Beowulf.


Tomás V. Richards



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