jueves, 29 de noviembre de 2007

Estado y Belleza en Hölderlin. Un esbozo

                                                                                                                                                          Tomás V. Richards 



   Tomemos el siguiente fragmento de El más antiguo programa de sistema del idealismo alemán, de Hölderlin:


   "La idea de la humanidad primero -quiero mostrar que no hay idea de Estado, porque el Estado es algo mecánico, como tampoco hay una idea de máquina. Sólo lo que es objeto de la libertad se llama idea. ¡Tenemos, pues, que ir también más allá del Estado! - Pues todo Estado tiene que tratar a hombres libres como engranaje mecánico; y esto no debe hacerlo; por lo tanto debe cesar".


   Aquí Hölderlin da por existente el mundo de las ideas descripto por Platón. A este mundo inteligible, que tiene su correlato en el mundo sensible, pertenece "sólo lo que es objeto de la libertad", lo que posee la capacidad de ser libre. Así, existe la idea de Naturaleza, de Humanidad, de Hombre. Pero para Hölderlin no hay idea de Estado[1], puesto que el Estado es algo mecánico que forma parte de la obra del hombre. Lo mecánico deriva de la máquina, y tampoco hay idea de máquina. El Estado -tal y como lo conoce Hölderlin en una Alemania incipientemente capitalista- somete a los hombres a su funcionamiento mecánico, de lo cual resulta que los hombres se vuelven engranajes. Esto, según el poeta, no debe ser, "debe cesar".



   Ahora bien, sostener que no existe idea de Estado, que no hay Estado ideal, equivaldría a decir que el Estado existente en el mundo sensible no es correlato de ninguna idea de Estado. En ese sentido podría interpretarse el siguiente fragmento de Hiperión:



   "Siempre que el hombre ha querido hacer del Estado su cielo, lo ha convertido en su infierno.


   El Estado no es más que la ruda corteza que envuelve el meollo de la vida. Es el muro que rodea el jardín de los frutos y flores humanos".



   No hay Estado celeste. El Estado aparece como fruto de la obra humana, "la mísera obra humana de Estado, Constitución, Gobierno, Legislación" que, justamente, limita al hombre capaz de ser objeto de la libertad. Pero, entonces,  ¿qué es lo que hay más allá del Estado?, ¿cuál es la idea a la que se subordina el Estado?


   Más adelante, en El más antiguo..., Hölderlin agrega:



   "De suyo se ve aquí que todas las ideas de paz perpetua, etc., sólo son ideas subordinadas a una idea más alta. (...) Finalmente la idea que lo une todo, la idea de la belleza, tomada la palabra en sentido más alto, platónico. Estoy convencido de que el más alto acto de Razón, en cuanto que ella abarca todas las ideas, es un acto estético, y de que la verdad y el bien sólo en la belleza están hermanados".



   Todo se subordina a la idea de belleza. Esta belleza es trascendente, no es del orden de lo sensible (por eso Hölderlin aclara que el término debe ser interpretado en sentido platónico) aunque tiene su manifestación en ese orden. Hiperión dice: "sin tal amor a la belleza, sin tal religión, todo Estado es un flaco esqueleto sin vida ni espíritu, y todo pensamiento y toda acción un árbol sin copa, una columna tronchada".



   Por lo tanto, el Estado, obra humana, mecánica, si es colocado como cielo se convierte en infierno[2] y convierte a los hombres (que poseen la capacidad de ser libres) en engranajes. Entonces, el Estado debe subordinarse a esa realidad trascendente del mundo de las ideas regida por la belleza, "para que mejor en la tierra/habite la belleza y algún espíritu/con más comunidad se una a los hombres". Sólo en la medida en que el Estado se oriente hacia la belleza podrá garantizar el bien y la verdad a los hombres, puesto que estas dos ideas, al igual que todas, están subordinadas a la belleza en el orden trascendente.



   En la época de publicación de Hiperión (fines del S. XVIII), la experiencia revolucionaria aparecía como vía posible de transformación del Estado y la sociedad. La experiencia de la Revolución Francesa era vista con declarada admiración en los círculos universitarios europeos, en los cuales se leía con fruición a Rousseau y a los filósofos de la Ilustración. Los románticos alemanes, entre los cuales se cuenta a Hölderlin, no escaparon a dicha influencia, bien que matizada por la influencia de Kant. En la novela esa experiencia revolucionaria está representada negativamente. La revolución independentista de Hiperión fracasa y acaba convertida en pillaje y matanza muy a su pesar. Hiperión queda decepcionado.



   Asímismo, los jacobinos de la Revolución Francesa, a quienes Hölderlin repudia[3], aparecen representados en los hermanos de la Liga de Némesis, los amigos de Alabanda. Esta representación también es negativa; los hermanos de la Liga tienen aspecto lúgubre y siniestro ("La calma de sus rasgos era la calma de un campo de batalla"), sus ideas son de mismo tenor: "no necesitamos ni el corazón ni la voluntad del hombre (...) todos los vicios y todas las virtudes de la barbarie y de la cultura están, aunque no a sueldo nuestro, sí a nuestro servicio, y colaboran ciegamente en la consecución de nuestros fines". Esa idea de lo mecánico como opuesto a la libertad del hombre está presente en los hermanos de la Liga de Némesis, quienes bregarían por un Estado no alineado con la belleza en el orden de las ideas. En eso se funda el rechazo de Hölderlin al jacobinismo.



   Otro fragmento de El más antiguo... dice: "el filósofo tiene que poseer tanta fuerza estética como el poeta". En Hiperión este postulado aparece más desarrollado:



   "<<¿Qué tiene que ver la filosofía>>, me respondió, <<qué tiene que ver la fría excelsitud de esa ciencia con la poesía?>>


   <<La poesía>>, dije seguro de lo que decía, <<es el principio y el fin de esa ciencia. Como Minerva de la cabeza de Júpiter, mana esa ciencia de la poesía de un ser infinitamente divino. Y así confluye al fin también en ello lo que hay de incompatible en la misteriosa fuente de la poesía>>".



   Y luego:


   "El hombre que no haya sentido en sí al menos una vez en su vida la belleza en toda su plenitud (...) el que nunca ha experimentado cómo sólo en horas de entusiasmo concuerda todo interiormente, tal hombre no llegará nunca a ser ni un filósofo escéptico".



   Para Hiperión-Hölderlin la filosofía surge de la experiencia de la belleza. Y, ¿qué es la belleza? "El nombre de lo que es uno y todo".


   "Sólo un griego podría encontrar la gran frase de Heráclito, (...) lo uno diferente en sí mismo, pues es la esencia de la belleza y antes de que se descubriera eso no había filosofía alguna".



   La filosofía nace de la experiencia (que podríamos llamar mística) de la belleza. La belleza es lo que es uno y todo, lo uno diferente en sí mismo, el momento en que concuerda todo interiormente. El pueblo griego es filósofo porque ha tenido la experiencia de la belleza. Esta experiencia de los griegos está garantizada por un Estado que no oprime a los hombres y que a la vez es producto de esa experiencia. Entonces, el Estado griego -más precisamente el ateniense, en el caso de Hölderlin- es el más perfecto, puesto que se subordina a la belleza y permite a sus ciudadanos la experiencia de la belleza.



   En definitiva, si bien Hölderlin niega la existencia de una idea de Estado, lo que encuentra en el antiguo Estado ateniense es la realización histórica del Estado perfecto, o del mejor Estado posible; un Estado en alineación y contacto con la realidad trascendente, que garantiza a sus ciudadanos el acceso a dicha realidad.



   En cuanto al postulado que propone una igualación de la poesía y la filosofía, resulta difícil no relacionarlo con el Fragmento 116, de Friedrich Schlegel, el cual, entre otras cosas, dice: "la poesía romántica es una poesía universal progresiva. Su designio no consiste únicamente en volver a unir todos los géneros disgregados de la poesía y en poner en contacto a la poesía con la filosofía y la retórica. Quiere y debe mezclar poesía y prosa".



   La cita resulta ilustrativa de hasta qué punto el proyecto de Hölderlin concuerda con el del romanticismo alemán. Hiperión está construida como novela epistolar, género todavía experimental que le permite reunir "los géneros disgregados" En la obra, según señala Anacleto Ferrer, "el Yo que narra se constituye en reflexión del Yo que actúa". El Hiperión del principio no es el mismo del final del relato; a través de la reflexión[4] acerca de las acciones acometidas y las experiencias vividas, el personaje vuelve a la concordancia entre lo uno y lo todo, luego de haber recorrido una órbita excéntrica que va desde la infancia hasta la experiencia mística de comunión con la Naturaleza, sin renegar de ninguna de las experiencias intermedias de ese itinerario.






[1] En este punto, la visión de Hölderlin difiere de la de Platón, para quien sí hay idea de Estado, bien que subordinada a las ideas de verdad y de belleza.


[2] Para comprender mejor el pensamiento hölderliniano en este terreno es recomendable la lectura de El cielo y la tierra de Hölderlin, de Martin Heidegger. En ese trabajo se analiza la poética de Hölderlin en relación a los conceptos de cielo y tierra tomados de la tradición griega.


[3] "La violenta represión de la Gironda y la renuncia oficial de Robespierre a exportar la Revolución a otros países son (...) los dos motivos primordiales que decidieron la animadversión hölderliniana hacia los jacobinos como facción política", dice Anacleto Ferrer en La reflexión del eremita.


[4] La reflexión es para Hölderlin uno de los atributos del ser griego. "El más alto entendimiento en sentido griego" es "fuerza de reflexión".

Las citas de Anacleto Ferrer están tomadas de su obra "Hölderlin", editorial Síntesis.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

 
Creative Commons License
La Tostadora Moderna by La Tostadora Moderna, Revista Digital de Humanidades is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 Argentina License.
Based on a work at www.tostadoramoderna.blogspot.com.