martes, 14 de agosto de 2007

La Colera de Aquiles

 

Nos gustaría abordar, desde la óptica helénica, que no es otra que la de occidente, el tema del honor.


Ya hablamos del valor educador del Poeta en Grecia, más precisamente de Homero. Entonces, a modo de completar dicha reflexión, nos gustaría acercar un poco más, a nuestros lectores, al texto fuente de nuestra Civilización.


El eje central de la Ilíada, es la Cólera de Aquiles; sus versos primeros ya así lo cantan. La Diosa, las Musas, son invocadas por el Bardo para que inspirando a su servidor, éste pueda narrar la cólera que tantos funestos males causó a los aqueos. Recordemos que por la Cólera del Héroe muchas almas se precipitaron al Ades, y sus cuerpos fueron botín de los perros y de todas las aves de rapiña. La reflexión de una mente moderna se horrorizaría ante tal hecho: "por el capricho (que así identificaría la cólera de Aquiles) de un hombre, miles murieron; ¡qué horror!, no tiene sentido". Veremos que si lo tuvo, y lo tendría hoy, pese a los "modernos". Pero pasemos a los hechos: Aquiles, en reyerta con el Rey de Aqueos, Agamenón, se rehúsa a seguir combatiendo. La razón de la reyerta, parecería pueril, y hasta no digna de un alto Semidiós. Recordamos la situación: Como consecuencia del rapto de la hija de Crises, sacerdote de Apolo, éste imploró al Flechador para que castigara la indolencia de los aqueos al negarse a restituir a Criseida; pese al ruego de su padre y las ofrendas que consigo llevaba.


"Durante nueve días,


Las saetas del dios,


A lo largo del todo el campamento,


De un lado al otro iban y venían;


Más al décimo, Aquiles


A la asamblea convocó a las huestes,


Porque la diosa Hera


La de blancos brazos,


En las mientes de Aquiles lo inculcara,


Ya que ella por los dánaos se inquietaba,


Precisamente al ver que perecían." (v. I. 52-58)


Coma corolario de la Asamblea, Agamenón acepta devolver su "botín", pero con la condición de tomar el de otro de los héroes. Precisamente, es la cautiva de Aquiles la que reclama el rey: Briseida. Aquí comienza nuestro análisis, y la Cólera.


Aquiles, a instancias de Atenea, refrena su ira en el momento que pensaba despedazar al Caudillo Átrida. Pero despojado de lo que entiende suyo, se retirará de la lucha, y el resultado será la casi derrota de los Aqueos, con sus consiguientes bajas.


En la lectura superflua del poema, no entenderíamos porque un alto personaje, un amado de los dioses; más aún, el arquetipo de héroe griego, demuestre un "infantilismo y un capricho" digno de un púber escolar. Esto no es así. Para entender el porqué, debemos comprender el concepto de ARETE (Nos remitimos a nuestro artículo anterior sobre Homero). Íntimamente vinculado con la areté se halla el honor. Aquí comenzamos a echar luz sobre el particular.  Seguiremos al Filósofo; Para Aristóteles, el honor es la expresión natural de la idea no consciente para llegar al ideal de la areté, al cual se aspira: "Es notorio que los hombres aspiran al honor para asegurar su propio valor, su areté. Aspiran a ser honorados por las gentes juiciosas que los conocen y a causa de su propio y real valer. Así reconocen el valor mismo como lo mas alto." (Et. Nic.) Hay que tener en cuenta que el hombre homérico adquiere exclusivamente conciencia de su valor por el reconocimiento de la sociedad a que pertenece. Para Homero y el mundo de la nobleza de su tiempo la negación del honor era la mayor tragedia humana. Los héroes se trataban entre sí con constante honra y respeto. Ejemplo de ello es el encuentro de Diomedes y Glauco (v. IV 120-235). Es natural y se da por supuesto que los más grandes héroes y los príncipes más poderosos demandan un honor cada vez más alto. Nadie teme en la Antigüedad reclamar el honor debido a un servicio prestado. A su vez, nombramos a Diómedes (quien fuera educado en el afán de ser "siempre el mejor y superar a los demás hombres"), éste no hesita en enfrentar a los mismos dioses (vg. hiere a Afrodita y a Ares).


Los griegos vieron y entendieron este afán y la aspiración a lo mejor, areté, como la aspiración de la persona a lo ideal y sobre personal, donde el valor empieza.


Esta areté heroica se perfecciona con la muerte física del héroe. El hombre mortal aspira a ella para perpetuar su fama. El mismo Aquiles es el ejemplo mas claro. Cuando en conversación con su madre, ésta le señala que dos camino podía tomar: o vivir longevamente, criando hijos y morir en el anonimato de los suyos; o morir joven, en la flor de su edad, y perpetrar su nombre por siempre, debido a su actuar heroico. Recuerda esto lo del filósofo alemán del siglo XIX que aprestaba a "vivir peligrosamente".


Así, dirá W, Jagger, se comprende el trágico conflicto de Aquiles en la Ilíada. "Su indignación contra los griegos y su negativa a prestarles auxilio no procede de una ambición individual excesiva. La grandeza de su afán de honra corresponde a la grandeza del héroe y es natural a los ojos de los griegos." Y continúa el autor señalando que "Ofendido éste héroe en su honor, se conmueve en sus mismos fundamentos la alianza de los héroes aqueos contra Troya." En la justicia del mundo Antiguo, Aquiles fue injustamente injuriado, y precisamente en lo más grave que un caballero podía ser injuriado, esto es, deshonrándolo, humillándolo frente a sus semi-pares; ya que para mayor gravedad, Aquiles era el más valiente y el más perfectible de los hombres; razón por la cual le correspondía el mayor honor.


Alcanzará Aquiles su perfección, y el areté coronará su paradigmático Arquetipo, con la muerte joven y gloriosa.  Volvamos al lamento Aquíleo:


"Madre, pues me pariste


Aunque para vivir bien corta vida,


Honor, al menos, debiera otorgarme


el Olímpico Zeus altisonante;


en cambio, ni un poquito me ha pagado.


Pues en verdad, el hijo de Atreo,


Agamenón, señor de amplios dominios,


Me ha deshonrado, pues tomó mi parte


En el botín, y hasta ahora la retiene,


Después que el mismo me la arrebatara"


Así dijo, lágrimas derramando...(v. I 353-359)


 


Estas lágrimas son la apertura del drama (y del Primer Drama occidental), y anticipo del fin del mismo, cuando las lágrimas derramadas sean las de Príamo sobre el cuerpo de su hijo, Héctor. (poderosa fuerza contrastante de principio y fin de la obra). Pero esto pertenece al ciclo envolvente del pensar homérico (Katabasis y Anàbasis) que dejaremos para otra oportunidad.


 


Vemos que el mismo protagonista se encarga de expresar con el rigor de la lengua, el porqué de su ira: el honor vejado.


 


Esto era perfectamente entendible para el heleno. Y así hasta en tiempos de Alejandro Magno (casi 600 años después, sin entrar en el debate de fechas), Aquiles siguió siendo el ideal caballeresco de la raza (el mismo Alejandro rastreaba su ascendencia hasta el héroe de la Ilíada). Allí entonces, el quid de la cólera.


El desarrollo de la Civilización se encargará más adelante de buscar sus arquetipos, su reflejo numinoso en nuevos héroes (v.g. El Cid, será el de las Españas, Perceval, Rolando, etc.). Pero todos, y cada uno de ellos, no serán más que una recapitulación del primer gran héroe de occidente: Aquiles.


 


Demódoco, en la espera.-



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